Por Mauricio Diagama Durán

    El primer cuarto del siglo XXI, ha planteado nuevas y serias amenazas para la humanidad, que, si bien, pueden enfrentarse con determinación y decisión por parte de los líderes mundiales, también han mostrado que exigen modernas acciones y herramientas, además de nuevos desarrollos conceptuales para enfrentarlas. 

    Mauricio Diagama Durán

    La pandemia global, la reorganización económica y empresarial derivada de la crisis sanitaria (que ha dejado muchas organizaciones quebradas y perdidos cientos de empleos en el mundo), además de la enorme crisis ambiental y climática y el descontrol en la producción de armas nucleares, que varios países poseen, representan, por ejemplo, serios desafíos contemporáneos. 

    Además, estos hechos, que para los expertos se entienden como amenazas propias del grupo IX o X, van acompañadas, a su vez, de situaciones derivadas de la amplitud y profundización del desarrollo tecnológico y la globalización, sobre todo en las comunicaciones (lo que ha se ha traducido de manera positiva en la aparición de nuevos negocios y actores económicos, pero también, en el surgimiento de nuevos riesgos, en forma de delitos informáticos y el descontrol de los datos asociados con las personas).

    De otro lado, la inteligencia artificial, que transforma los trabajos asociados al conocimiento, y la robótica cada vez más avanzada  (que por ahora reemplaza miles de puestos de trabajo manuales), la lucha por los espacios no conquistados y sus tesoros– el que está más allá de la atmósfera, el fondo marino, las selvas, los glaciares-, el incontrolable poder de las empresas multinacionales y sus dueños, el exceso de riqueza en manos de unas pocas personas, familias y naciones, el uso de la violencia o la guerra como método de solución de conflictos entre países y personas, la proliferación del crimen organizado transnacional, la construcción de muros para evitar la migración proveniente de otras naciones o de continentes menos avanzados, el uso de armas por parte de los ciudadanos – sobre todo en países no desarrollados pero también en países desarrollados donde las matanzas están resurgiendo – o la crisis del sistema internacional de justicia ante los actores estatales que desconocen abiertamente los derechos humanos de sus contrincantes y la corrupción como forma de gobierno, son muestras de una sociedad distinta, que plantea nuevos retos, niveles y grados de seguridad y otras visiones que le den otro sentido al desarrollo global.     

    A esto se suman los enormes problemas y amenazas tradicionales de la sociedad, heredados del siglo pasado, como la pobreza extrema, la violencia ciudadana, la delincuencia diaria, el crimen organizado, el consumo de sustancias adictivas o la incapacidad para superar las diferencias por medios pacíficos, como conductas o incluso como negocios, que representan serios retos para la humanidad.

    Naturalmente, todo esto se traduce en nuevas tensiones internas dentro de los países y más aún, entre los mismos países, generando conflictos, algunos violentos, lo que altera las relaciones internacionales, las estructuras de la sociedad y a los mismos seres humanos.

    Así que mientras millones de personas a lo largo del mundo, se sienten inseguras, incómodas y temerosas con lo que están viviendo, y por lo tanto están forzando a los líderes nacionales o locales a adoptar acciones desesperadas de protección de la sociedad, de las personas y de sus bienes, con enfoques extremos para calmar sus angustias, muchos dirigentes con influencia global están alimentando esos temores con llamados a la guerra, la defensa de los valores o la tradición, usando medios violentos. 

    Por tanto, las viejas y nuevas amenazas, convertidas en conflictos en algunos casos, terminan caracterizadas por la violencia, y acompañadas de agresiones físicas, muerte, atentados, bombardeos, invasiones, terrorismo o con la explotación psicológica de los miedos o angustias que tienen las personas de carne y hueso, por parte de actores políticos o económicos, que se muestran interesados en obtener beneficios de esa intranquilidad ciudadana.

    Por todas estas razones, se ha vuelto más común, que en la actualidad la misma ciudadanía esté abogando por políticas autoritarias, líderes dictatoriales, leyes agresivas o acciones que vayan más allá de los derechos humanos, como la pena de muerte. Y, por tanto, muchas autoridades, algunas elegidas democráticamente, están tomando, decisiones opuestas a la libertad y seguridad humana, privilegiando el orden sobre los derechos de la persona.

    Y aunque no todos los seres humanos, países y continentes viven estos temas de la misma manera y con los mismos grados de inseguridad, es claro que estas mismas tendencias se reflejan en las distintas prácticas de seguridad del mundo. 

    De esta manera, se ha llegado a una crisis profunda en el concepto y las prácticas diarias de seguridad, lo que significa volver a preguntarse sobre su naturaleza conceptual y práctica, es decir su epistemología. 

    Se hace necesario entonces volver a sus orígenes e indagar sobre su naturaleza o su razón de ser, pues como lo dice el Instituto Español de Estudios Estratégicos el concepto de seguridad es controvertido, no existe consenso sobre su significado y hay un importante número de definiciones diferentes. 

    Y esto se comprueba al revisar que algunos autores han elaborado listas de palabras que se le han ido agregando a la expresión seguridad, para definirla de distintas maneras. Entre otras aparecen la seguridad estatal, nacional, local, universal, colectiva, multisectorial, común, integral, con fines defensivos, global, internacional, cooperativa, ciudadana y humana, para citar sólo el campo de las ciencias políticas, las relaciones internacionales, las ciencias militares y la geopolítica. 

    Así que, volviendo a sus bases, es importante preguntarse sobre qué es la seguridad en términos sociales. Y en este punto, será necesario anotar que existen profundas diferencias conceptuales y metodológicas entre las distintas corrientes de interpretación (realismo, idealismo, neorrealismo, neoidealismo, reflectivismo, estructuralismo, funcionalismo, marxismo, criticismo, positivismo, etc.), lo que se traduce en distintas definiciones, prácticas y políticas que afectan la vida diaria de las personas, estados y actores sociales.  

    En este caso, lejos del positivismo que contrapone a la seguridad la inseguridad, este escrito, que se basa en el enfoque estructural-funcionalista, se sustenta en la noción de sistema con sus componentes, actores y relaciones, además de sus propósitos y funciones. Es decir, en su naturaleza conceptual y práctica. 

    Naturaleza de la seguridad

    En cuanto a la naturaleza teórica de la seguridad, que incluye tanto a pensadores, autores, analistas o líderes, como a las distintas instituciones nacionales e internacionales vinculadas al tema – además de los distintos centros de pensamiento estratégico – se encuentra que casi siempre se repiten las siguientes definiciones: 

    La seguridad es una percepción de la realidad por parte de los distintos actores humanos, un estado de ausencia de peligro o de plena confianza y credibilidad, una suma de eventos reales que le ocurren a la sociedad y a las personas sin afectar su paz y tranquilidad, el conjunto de hechos sociales que afectan a quienes tienen el poder económico y político sin afectar su posición y bienestar, una condición para la paz general de la sociedad manteniendo la estructura social y los privilegios actuales, un derecho del hombre y de la sociedad. Y la más común de todas es que la seguridad es un deber del Estado y por lo tanto es un servicio público. 

    También se observa que puede ser la unión de varios de esos conceptos, o todos a la vez.

    A continuación, al mirar el propósito del sistema de seguridad, se descubre que será diferente su naturaleza, si la razón de ser es la persona o la sociedad, los intereses individuales o colectivos, los derechos o las normas, la vida humana o la de todos los seres vivos, la paz de unos o la seguridad global, la política, la fuerza o la violencia como formas de enfrentar las diferencias. 

    En tercer lugar, y en cuanto a los actores del sistema, casi todos los enfoques apuntan su mirada hacia el Estado o los Estados nacionales como los grandes actores de la seguridad, y por tanto hacia las autoridades nacionales y las instituciones intergubernamentales de nivel internacional creadas por los Estados. 

    Debe resaltarse que la mayoría de los análisis apuntan a las organizaciones militares, de policía y de inteligencia, como los directos responsables de las acciones de seguridad, mientras que a los líderes gubernamentales e internacionales se les considera como los encargados de orientar la política y decisiones, desde las posiciones más altas de la administración del poder estatal e incluso como los actores decisivos en las organizaciones internacionales. Y en algunos casos, se incluyen a las organizaciones privadas o grupos de personas con apoyo estatal como aliados empresariales, que se han venido incorporando en el sistema, bajo la forma de proveedores, fabricantes, contratistas, redes de apoyo, grupos colectivos y otros tipos de colaboradores.  

    Por último, en los últimos años se ha tratado de difundir la idea que los ciudadanos o las personas son corresponsables de la seguridad.

    En cuarto lugar, y al respecto de las funciones generales del sistema, los análisis no muestran grandes diferencias, pues casi todas apuntan hacia el mantenimiento del orden establecido como su principal tarea.

    Ahora bien, entrando en las definiciones presentadas se pueden hacer algunas anotaciones 

    Si se considera que la seguridad es una percepción de la realidad, entonces el punto central es que la concepción que tienen las personas y los actores del sistema, acerca de lo que significa la seguridad y cómo la sienten o la viven, está asociada con sus intereses particulares, sentimientos, sueños, aspiraciones e ideas propias.  

    Por lo tanto, es un asunto de interpretación de una serie de datos, muchas veces sin procesar. En este caso, las respuestas gubernamentales o de la comunidad internacional, se entenderán asociadas a las necesidades y aspiraciones de paz y de tranquilidad de cada actor, y por tanto reflejarán las diferencias o congruencias con las respuestas que ofrecen las autoridades, los que tienen el poder o quienes dirigen el sistema. Acá la seguridad se asociará con las ideas particulares acerca de la situación existente y la propia satisfacción de cada actor.

    A esta visión, muchas veces se le contrapone, una segunda concepción. La realidad es una suma de eventos que ocurren en la sociedad, a las personas, a los estados, a la comunidad internacional o a aquellos que tienen el poder económico y político. Aquí la seguridad se piensa sobre todo como la ausencia de hechos de inseguridad, es decir como la inexistencia de eventos reales o hechos sociales que ocurren, generando miedo, dolor, muerte, pérdidas, u otros efectos negativos y directos sobre esos mismos actores. Por esa razón, este enfoque se centra en el impacto de los hechos o en las cifras acumuladas de eventos negativos y está basado en datos procesados.

    Naturalmente, esa misma realidad, podría estar asociada con problemas económicos, como la pobreza o la exclusión, o diferencias políticas, culturales, ambientales, de valores o de comportamientos personales, que podrían motivar inseguridad o violencia. 

    Un tercer enfoque, habla de la seguridad como un deber del Estado, lo que supone pensar en una de las funciones esenciales de los aparatos estatales, y por tanto en las múltiples tareas que le corresponden a las distintas organizaciones de la comunidad local, nacional, internacional o global. Esta definición se proyecta además a las instituciones intergubernamentales, como la ONU, la OEA y demás organismos creados en los distintos territorios de la tierra para administrar su seguridad colectiva. Así que la seguridad es un asunto político de primer orden.

    Por tanto, si el papel del Estado o de la sociedad internacional, es mantener el orden establecido, entonces el sistema de seguridad buscará mantener o conservar lo que hay, o si es reconocer el cambio, entonces el sistema pretenderá garantizar que lo nuevo se haga bajo ciertos parámetros. 

    De la mano de lo anterior, está el concepto de seguridad como un servicio público, que le corresponde al Estado o la comunidad internacional, con sus vastos poderes, niveles, sistemas y recursos. En este caso, la seguridad se vuelve un tema administrativo, gerencial y técnico a la vez.

    Ahora bien, la seguridad también se ha definido como una condición para la paz humana, local, nacional e internacional. 

    Acá se puede asumir que tanto la paz como la seguridad son derechos del hombre, pues están asociados con la vida, la integridad, la conciencia y la dignidad del ser humano particular, aunque también se pueden entender como el desarrollo de una cultura que supere la creencia de que la paz es un asunto exclusivo del Gobierno, del Estado o de la comunidad internacional.

    En esta definición, los ciudadanos asumen que este tema es un asunto de todas las personas, que les compete en el día a día, que ellos hacen parte de la cultura de la paz y que es necesario ir más allá de sus propios intereses, pues la paz es un valor cultural superior.

    Por ello, habría una fuerte tendencia a incluir en su contenido, al medio ambiente, a los demás seres vivos y a los distintos desarrollos que el mismo hombre ha creado o está creando para su desarrollo.

    Ahora bien, y en cuanto a su naturaleza práctica, la seguridad, como lo decía un analista, se puede entender bajo dos enfoques: uno idealista o político, que plantea expectativas o acciones por desarrollar; y otro, de naturaleza realista, donde se describen los problemas, limitaciones y peligros de no conseguir una cultura de paz verdadera o completa o de dejarla en un punto de no solución.

    Acá, el enfoque idealista, y desde la perspectiva del Estado como el principal actor, toma alguna o varias de las corrientes de interpretación, con sus distintas definiciones, prácticas y políticas y las traduce en normas (leyes, decretos, reglamentos, constituciones, resoluciones, códigos, tratados o acuerdos expedidos por los Estados) y crea organismos nacionales o internacionales para su ejecución. En este enfoque la seguridad se basa en que los actores cumplen o no con las normas y por tanto sus acciones se asumen como legales o ilegales, mientras que esas mismas normas reflejan el estado actual de la estructura política, cultural, social y económica de la sociedad. 

    En cuanto a la perspectiva realista, el Estado asume que son los hechos o las amenazas los que conducen a definir las decisiones, prácticas, restricciones, herramientas, actores directos y las acciones conducentes a desarrollar el sistema de la seguridad. 

    Por esa misma razón, las autoridades nacionales o internacionales establecen permanentemente los problemas, peligros, riesgos, señales de conflictos, y los actores que atentan o pueden atentar contra la paz y la tranquilidad. También determinan los objetivos, acciones, respuestas y responsables del sistema, según los niveles de autoridad. Esta definición se hace además de acuerdo con las normas, pues es el poder legítimo de esas instancias, es la que permite que se haga uso concreto de la fuerza, el empleo de la inteligencia y el uso de los múltiples recursos que poseen los estados o la comunidad internacional para enfrentar los asuntos de seguridad. 

    Primeros aportes

    En el breve resumen presentado se observa que hay muchos elementos dispersos, que se podrían agrupar en el concepto de sistema y que por lo tanto se podrían replantear.

    Lo primero que se puede sugerir es que se debe trabajar la noción de integralidad. Es decir, un enfoque de componentes interrelacionados e interconectados, bajo una unión de conceptos y prácticas que se complementan unos con otros. Frente a esta naturaleza, sería posible la unión de muchos de los conceptos presentados, con los ajustes necesarios para integrarlos en un solo objeto. Y luego mirarlos como sustentos de las acciones prácticas, al estilo del gráfico 1

    Bajo esta mirada, la seguridad sería al mismo tiempo, una percepción de la realidad por parte de los distintos actores humanos, un estado de ausencia de peligro o de plena confianza y credibilidad, una suma de eventos reales que le ocurren a la sociedad y a las personas sin afectar su paz y tranquilidad, una condición para la paz general de la sociedad, un derecho del hombre, de la sociedad y de todos los seres vivos, además de un deber del Estado y por lo tanto un servicio público. (ver gráfico 2)

    En tal caso, el sistema sería también un asunto político, administrativo, gerencial y técnico del más alto nivel estatal, gubernamental y global, que requiere de nuevos análisis, decisiones, objetivos, recursos y expertos para su desarrollo práctico (gráfico 3).

    En segundo lugar, si se reconoce la integralidad del sistema, entonces las amenazas tradicionales y las propias del siglo XXI, se incorporarían en su contenido conceptual y metodológico como demandas, lo que supone trabajar en las respuestas prácticas. Y esto supondría ir más allá de los hechos sociales que afectan a quienes tienen el poder económico y político, a su posición y bienestar, así como a la estructura social de sus privilegios (gráfico 4).

    En tercer lugar, un sistema integralmente concebido permitiría cuestionar a los actores, si su naturaleza profunda solo promueve estructuras o desarrolla funciones que garantizan la estabilidad, o si esa estructura entiende el cambio como algo natural y asume la inestabilidad dentro de algunos parámetros de orden. O si, en una situación de cambio profundo, apuntará a volver a la situación anterior o ayudará a transformar la realidad. 

    En cuarto lugar, frente al propósito, la noción de sistema de permitiría aceptar que la naturaleza de la seguridad del siglo XXI, incluye a la persona y la sociedad, los intereses individuales y colectivos, los derechos y las normas, la vida humana y la de todos los seres vivos, la paz de unos, la seguridad estatal y la seguridad global. En este caso la política debería estar por encima del uso de la fuerza, sin desconocerla, y muy por encima del empleo de la violencia o la guerra como formas de enfrentar las diferencias. 

    Para todo ello, se podría promover la política antes que la fuerza y la violencia, asumiendo que el Estado o las autoridades internacionales deben usar la fuerza legítima para enfrentar muchas de las amenazas. Y por esa misma razón, y desde su naturaleza conceptual como práctica, el sistema ayudaría a desarrollar nuevas estrategias, que fomenten el debate permanente, el diálogo, la discusión civilizada de opiniones, la identificación de interés y de objetivos de los ciudadanos y de estos con la sociedad o del Estado con otros Estados. 

    Y sin dejar de lado las acciones basadas en el uso de la fuerza legítima, cuando algunos de los actores sociales usen la violencia como estrategia de éxito en la solución de sus conflictos, el sistema permitirá revisar el concepto de la guerra, en sus diferentes niveles y formas, sus nuevos tipos, el uso de las armas y las nuevas herramientas de combate, así como las ideas de enemigo y de conflicto armado. 

    En consecuencia, el principal reto para los dirigentes, los estados y la comunidad internacional, podría ser el de realizar múltiples cuestionamientos a sus creencias, para revisar y reformular permanentemente sus paradigmas, y así lograr el necesario equilibrio entre los procesos de cambio, la estabilidad y la paz en la sociedad 

    En quinto lugar, y en cuanto a los actores, el sistema ayudaría a superar la idea que sólo el Estado o los Estados nacionales son los responsables de la seguridad, pues deben fortalecerse las instituciones intergubernamentales de nivel internacional y el papel de los ciudadanos en su desarrollo. Además, permitiría aclarar los papeles de los grupos privados o grupos de personas con apoyo estatal como aliados empresariales, que se han venido incorporando, bajo la forma de proveedores, fabricantes, contratistas, redes de apoyo, grupos colectivos y otros tipos de colaboradores (gráfico 5). 

    De esta manera, los deberes de la persona para con ella, sus semejantes y otras especies, serían vitales para el sistema. 

    En sexto lugar, el sistema ayudaría a aceptar, reconocer y trabajar los diferentes retos, niveles y grados de seguridad, pues si bien los Estados deben protegerse, igual deben proteger a la sociedad, al mundo y a las normas de quienes pretenden destruirlas y sobre todo a las personas, tal como lo plantea el gráfico No.6.  Acá se hace vital precisar las semejanzas y diferencias entre la seguridad personal, local, nacional, internacional y global.

    En séptimo lugar, los grados de seguridad deberían llevar a definir con claridad y de mayor a menor, los riesgos, amenazas y respuestas ante eventos, actores, hechos y sociedades con mayores o menores posibilidades de generar problemas de seguridad (gráfico 7). 

    Otros aportes

    En el campo de la seguridad hay muchos corrientes de interpretación, pero lejos del positivismo que contrapone a la seguridad la inseguridad, esta propuesta está basada en el enfoque estructural-funcionalista, que se sustenta en la noción de sistema con sus componentes, actores y relaciones, además de sus propósitos y funciones. Es decir, en su naturaleza conceptual y práctica. 

    Desde los enfoques tradicionales se habla de su naturaleza conceptual como si fuera una percepción, unos eventos de paz, un conjunto de deberes estatales para garantizarla o del servicio público que se asocia a los estados nacionales o la comunidad internacional. Mientras que otros la vinculan con los derechos humanos, la cultura de paz y el valor superior que ella representa. 

    Nuestra propuesta apunta a entender la seguridad como un sistema integral que no se agota con las ideas de orden, paz, intervención del Estado o del papel de las instituciones internacionales, así como de algunas personas, sin detenerse a pensar en la naturaleza misma de todo lo que rodea al hombre y la sociedad, según el esquema del Gráfico 8. 

    En este caso, la seguridad y sus prácticas, deberían ir más allá, ya que los Estados se han quedado cortos al promover una cultura de mejora que le permita a la sociedad entrar en otro estadio de desarrollo humano. E incluso, porque no se ha reflexionado sobre si el sistema de seguridad ha contribuido a crear una cultura de odio, de resentimiento o de guerra, a través de los modelos y sistemas que lo sustentan (ver Gráfico 9).

    Es fundamental entonces que el sistema asuma el diálogo, el reconocimiento de las diferencias y el respeto de los derechos del otro como reales, y que la comprensión de los intereses de los demás, se entiendan como si fueran asuntos que no convierten a los demás en enemigos.

    Debe haber una mayor concientización del papel que cumple esta temática en la casa, la vida diaria, las funciones y en general, en el desarrollo del sistema de vida, pues sólo interiorizando en las personas, los fundamentos que le dan sentido a la visión de los derechos humanos y la cultura de la paz, se podrán enfrentar, entre otros, los temas propios de los conflictos.

    Así que un gran reto, será el de abordar desde la seguridad, la resolución pacífica de los conflictos y la creación de una masiva cultura de paz que la soporte, para cambiar la realidad de la seguridad.

    Finalmente, si el sistema de seguridad no incluye, como es debido, con su peso, impacto y presencia real y diaria en la vida de las personas, estados y el mundo global del siglo XXI, a la tecnología, la globalización de las comunicaciones, la robótica y la inteligencia artificial, como grandes amenazas y retos (a pesar de sus innumerables beneficios) es dejar de lado muchos de los temas que se asocian con la realidad actual. Los datos, por ejemplo, en forma de imágenes, sonidos o símbolos que describen ideas, comportamientos, conflictos, opiniones, gustos, etc, en este escenario se han vuelto asuntos del más alto valor estratégico, y por tanto requieren de sus mayor protección y atención. 

    Mauricio Diagama Durán – Profesor de la Escuela Superior de Guerra en temas de geopolítica y política exterior colombiana. Investigador profesor en varias universidades de Colombia y el exterior. Administrador público, especialista en negocios internacionales y magister en seguridad y defensa nacionales.

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