Por Mauricio Diagama Durán
Como ya se dijo en un artículo anterior, todo parece indicar que, importantes líderes del mundo actual piensan que, acudiendo a la violencia sistemática, al uso de la fuerza desmedida y a la vulneración de los acuerdos en las relaciones nacionales o internacionales, o que, empleando las armas sin mayores consideraciones políticas, éticas y humanas pueden obtener resultados inmediatos y así lograr mayores réditos políticos.
También se afirmó que esto está generando un gran problema global, pues lo que se le está diciendo a la humanidad, es que lo importante son los objetivos y no los medios, que los resultados van más allá de los instrumentos, que los intereses particulares están por encima de los colectivos y que no importan los demás actores mientras se logren conseguir las metas de quién tiene o busca tener el poder. En este escenario atacar, agredir, matar, mentir, engañar, incumplir o robar es perfectamente válido.
Sólo que esta visión conlleva otro mensaje implícito, que consiste en que las instituciones democráticas y/o los organismos internacionales, sólo son herramientas del poder establecido y no los escenarios para resolver las diferencias que surjan entre sus miembros, por lo que la guerra es el mejor instrumento para ejercerlo o para adquirirlo.
Por lo tanto, se está viendo el renacer de la guerra a gran escala, pero ahora empleando los miles de elementos tecnológicos desarrollados para distintos propósitos, lo que la hace más letal y peligrosa.
Adicionalmente, y como si lo anterior no fuera suficiente, este tipo de pensamiento se está haciendo dominante en muchos países poderosos, los cuales cuentan con arsenales, instalaciones y bombas nucleares acumuladas o por desarrollar. Por tanto, el mundo, otra vez, comienza a pensar que es posible una guerra de dimensiones o de efectos globales, lo que en ese contexto supone un muy alto riesgo para millones de vidas humanas. Y en ese caso, toda la humanidad, en su conjunto, está en peligro.
Por todas estas razones y muchas más, se hace necesario volver a plantearse el estudio de la guerra, pero esta vez partiendo de nuevas investigaciones que busquen darle nuevos sentidos a ese conjunto de hechos sociales, asociados con los riesgos, amenazas y peligros que atentan contra la existencia, integridad y seguridad de los seres humanos, los países y la vida misma en la tierra.
Estudios que se basen en la idea de volver a preguntarse sobre su naturaleza y sus fundamentos, antes de seguir hablando de objetivos, tácticas, estrategias, capacidades, movimientos, enemigos o recursos, referidos casi siempre a conflictos precisos y específicos. Es decir, se trataría de volver a indagar, por ejemplo, sobre ¿Qué es la guerra? ¿Qué la define? ¿Por qué existe? ¿Cuál es su razón de ser? ¿Qué la distingue de la política? ¿Qué tipos de guerra hay? Y ¿Qué hace que algunos acudan a ella con tanta facilidad? Y entre muchos más interrogantes.
En estas circunstancias, este texto pretende volver a esas mismas preguntas, pero sin abarcarlas a todas, ni mucho menos incluir al conjunto de analistas de las ciencias sociales y humanas, o a todos los pensadores y estrategas militares y políticos, que las han planteado.
En realidad, sólo busca recordar algunas de las ideas ya planteadas por algunos de ellos y que podrían llevar a revisar los interrogantes sobre su naturaleza.
De paso, busca estimular el debate actual que se debe realizar sobre la esencia de la guerra en el mundo actual y sobre las fórmulas que posibiliten un cambio hacia una posición más civilizada que permita evitar el uso de las armas en la solución de los conflictos, cuando esto sea posible. Un debate que debería llevar a cuestionar sus bases conceptuales desde sus fuentes primarias, y que abarque ahora sí, a los cientos de pensadores que la han abordado, empezando por los clásicos, pasando por todos los analistas europeos, asiáticos, latinoamericanos y norteamericanos de distintas épocas, hasta llegar, por ejemplo, al sociólogo francés Gastón Bouthoul, (La Guerra, 1971) quién inventó el término polemología para definirla como un campo de estudio objetivo y científico.
En tal caso, se debería cubrir muchos siglos y todo tipo de enfoques. Y en ese mismo debate se deberían estudiar a los cientos de personas e instituciones que han buscado explicar la realidad de los eventos armados en la historia de la tierra.
Una Idea y una Realidad
Pues bien, para recordar las preguntas básicas, será necesario partir de lo fundamental, es decir, del origen de la guerra y de cómo se liga con la idea de que ella es inevitable.
En primer lugar, será necesario indicar que la historia de la humanidad organizada por familias, clanes, tribus, colonias, imperios, países y otras formas de ordenamiento social, es más antigua de lo que se había pensado tradicionalmente.
Hoy se sabe, por ejemplo, que hace más de cincuenta siglos, ya habían aparecido las primeras aldeas sobre la tierra, y que, dado que lo hicieron en distintas épocas y dentro de continentes distintos, algunas avanzaron hasta constituirse en grandes civilizaciones sin conocerse entre sí y otras sólo pudieron encontrarse después de muchos siglos, tal como sucedió entre Europa y América.
En tal caso, el desarrollo aislado de muchos pueblos de las actuales Asia, África, Oceanía y América, permitió formar grandes organizaciones sociales autónomas, mucho antes del punto cero que se usa en Occidente para señalar el comienzo de la civilización.
De otro lado, las miles de investigaciones recientes, los nuevos descubrimientos arqueológicos y los estudios científicos de los dos últimos siglos han permitido demostrar que los pueblos chinos, indios, egipcios, persas, japoneses, mayas, aztecas o incas, entre muchos otros más, ya estaban organizados mucho antes de la llamada edad moderna de Europa.
Pues bien, al quedar claro que la historia humana basada en la organización de grupos de personas con propósitos comunes es más amplia en términos geográficos o más extensa en el tiempo de lo pensado y enseñado por años en Occidente, también se aclara que es más diversa culturalmente hablando.
Por lo tanto, es más compleja, pues la sola existencia de múltiples formas de organización social y política, con estructuras bien distintas entre sí, acompañadas del desarrollo de factores culturales, sociales, económicos y políticos propios en cada pueblo, indica que esa misma historia va asociada a múltiples variables.
Solo que, en esa misma historia organizada por pueblos, se aprecia una realidad constante y generalizada, entre esos mismos grupos sociales de todo tipo, que va asociada con el uso de las armas y la violencia sistemática y organizada hacia los otros, pero con propósitos definidos de antemano. Realidad que posiblemente se explique porque las comunidades, al tener que conseguir más recursos para sobrevivir, tienen la urgencia de ampliar sus espacios físicos, en la medida en que crecen su población y sus aspiraciones. En ese caso, la guerra se hace natural.
Y esto crea una idea, que consiste en que se debe crecer espacialmente sin ningún tipo de reparos para conseguir los recursos que se deberían tener, y por tanto imponiendo las estructuras económicas, políticas culturales y de valores propios a los demás. Así, las grandes civilizaciones han buscado la dominación, el avasallamiento y la conquista, es decir el empleo de la fuerza, las amenazas, la imposición y por último el empleo de las armas, para conseguir esos mismos recursos y objetivos. De esta manera las guerras se han vuelto una constante del poder.
Así que la guerra es una idea y una realidad que ha estado presente en toda la historia humana, y no ha hecho distingo alguno de espacio, tiempo o grupo social, por lo que debe asumirse como una herramienta que han usado los pueblos para doblegar a otras sociedades, ampliar los espacios, obtener nuevos recursos, aumentar la riqueza o imponer su cultura, valores o comportamientos a otros, en defensa de los intereses propios.
Es además, un fenómeno tan decisivo que muchos entienden la historia humana como una línea dividida en períodos sucesivos de paz insertados entre períodos de guerra, en una cadena eterna de retorno de la violencia organizada.
Finalmente, el hecho de que algunos pueblos hayan buscado darle prioridad a las relaciones de largo plazo basadas en la cooperación, amistad y colaboración, derivadas del comercio mutuo, pero sin mayor éxito, parecería estar demostrando esa interpretación.
Las Preguntas Sobre el Concepto de la Guerra
En ese contexto, donde la historia humana se entiende como asociada con la guerra, entendida como idea y como realidad, y donde se observa como una constante que abarca todo tipo de espacios, tiempos y pueblos, es que se hace importante revisar nuevamente su comprensión.
Sólo que debe recordarse que son muchos los que la han querido explicar, y que lo han intentado desde hace muchos siglos, y con todo tipo de miradas, pues como dice el mismo Bouthoul, aquí se incluyen enfoques que van desde la mitología, la teología, la filosofía, la moral, el derecho, la sociología y la economía, y otras más, como las ciencias militares, la sicología, las ciencias políticas, las relaciones internacionales o la administración. Y ni qué decir de las artes y la religión.
También ha habido muchos enfoques, que van desde el realismo, el positivismo, el idealismo, el marxismo y el reflectivismo, casi siempre con enfoques optimistas donde se exalta la grandeza de los pueblos, sus protagonistas y su valor, o la de los pesimistas, sobre su inevitable existencia.
En ese escenario, ha habido cientos de autores, pensadores, filósofos, novelistas, ensayistas, estrategas, intelectuales, militares, estadistas, directores de cine o actores del pensamiento, que han dedicado horas y páginas a tratar de explicar, entender o describir ese fenómeno tan real y profundo que ha estado presente a lo largo de toda la historia humana. Y ahora instituciones como la ONU o centros de estudios o de estrategia que tienen sus propias visiones.
Así que sin tener que acudir a todos ellos, y sólo mirando algunas frases se podría volver a preguntarse sobre sus bases o su naturaleza.
En primer lugar, y desde lo más básico, está el caso del Diccionario de la Real Academia Española, para quién la guerra es un término que viene del idioma alemán, que se deriva de la expresión werra – que significa pelea o discordia -y del holandés warre – que se traduce como medio-. Para esta fuente la guerra es contienda, enfrentamiento, conflicto, conflagración, lucha, pelea, pugna, pleito, lid, batalla, combate, choque o refriega. Es además pugna, lucha o combate.
Y un poco más en detalle es una desavenencia y rompimiento de la paz entre dos o más potencias, una lucha armada entre dos o más naciones o entre bandos de una misma nación.
Luego, acudiendo a escritos muy antiguos como la Ilíada y la Odisea, se puede comprobar que los encuentros armados y sus protagonistas han sido temas centrales en la literatura universal. Sólo que allí y en muchos más, sólo se describen las circunstancias, pero no se debaten los principios y las bases de la guerra.
También hay otros documentos clásicos como El Arte de la Guerra (Sun Tzu – siglo V – AC), la Regla de la Guerra o el Rollo de la Guerra – que narra la historia de la guerra entre griegos y persas – (Heródoto. Siglo IV o V AC) o la Guerra del Peloponeso, que son también testimonios escritos muy antiguos, pero que igualmente sólo se quedan en describir los encuentros armados y al mismo tiempo crean héroes, traidores, enemigos o bandidos en sus pueblos. Y ni que decir de la Biblia, el Corán y los Vedas o los cientos de textos indios, chinos, egipcios o de otros pueblos, que crean o describen a los amigos, enemigos y sus luchas armadas.
A continuación, y mirando algunos pensadores clásicos europeos también se demuestra que la preocupación sobre la guerra es tan antigua como el hombre.
En ese contexto, Tucídides considera que la guerra es normal en las relaciones internacionales, mientras que, para Heráclito, es la lucha entre contrarios y la madre de todas las cosas.
En cuanto a Aristóteles, la guerra es una necesidad en aras de la paz y debe ser justa. Mientras que para Platón es una discordia que se resuelve con el mayor de los males posibles.
Ahora bien, por los lados de las culturas orientales, para Sun Tzu la guerra es un asunto muy grave para el Estado, que se debe iniciar con las debidas consideraciones.
Luego acudiendo a los pensadores cristianos de la edad media europea, se encuentra que San Bernardo, es el defensor de la guerra santa mientras que para San Agustín la guerra es un medio para conquistar la paz. Por su parte, Santo Tomás afirma que debe tener una causa justa, por lo que siempre debe ser defensiva y con la intención de reparar un mal o una injusticia, además de ser el último recurso.
Siglos después, Maquiavelo la entenderá como inevitable, como natural en su existencia, y que se da es por la ambición humana o por las necesidades, por lo que es razonable que exista. Kant la concebirá como la expresión más clara del estado de naturaleza en que se encuentran los Estados, mientras que para Hobbes será parte de la condición humana.
Hegel dirá que es un mal necesario pues la violencia define el carácter civilizador de los pueblos. Nietzsche la exaltará, pues afirma que es la mejor prueba para el hombre, es el único recurso imparcial y justo, y muchos filósofos franceses del siglo XVIII la verán como absurda.
De otro lado, según Joseph de Maistre, la guerra es divina en sí misma, puesto que es una ley del mundo, y en ninguna otra parte la mano divina se hace sentir tan vivamente en el hombre
Luego, en términos más modernos, para Clausewitz, la guerra no será simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de las relaciones políticas, una gestión de las mismas por otros medios, es decir que la guerra es la política con otros medios. Pero también será un duelo a una escala más amplia. Un acto de fuerza para imponer la voluntad sobre el adversario y un acto de violencia llevado a sus límites extremos.
En los últimos tiempos, Hanan Arendt afirmará que la guerra es la destrucción de lo político y de lo social, mientras que Foucault señalará que es infinita, mientras exista la política, la dominación y los dominados. Rawls considerará la guerra como un recurso extremo pero posible que requiere de unas exigentes pautas normativas para que pueda catalogarse como justa o legítima. Y Simone Weill que la entenderá como un sombrío encarnizamiento para acumular ruinas inútiles, además de carecer de un objetivo definido que no sea ella misma
Por último, aparecerá una línea conceptual que la diferenciará del conflicto armado, como por ejemplo la de Eriksson y Wallensteen (2003), dirá que el conflicto armado es una reñida incompatibilidad, en relación a un gobierno, y/o un territorio, en la que dos partes, al menos una de las cuales es el gobierno de un Estado, usan la fuerza armada con el resultado de al menos 25 muertes. Y afirmarán que existen los conflictos armados de baja intensidad cuando el número de muertes en un año o en el curso del conflicto es mayor de 25 y menor de 100, de mediana intensidad cuando hay más de 100 muertes, pero menos de 1000 y que la guerra es un conflicto armado de alta intensidad cuando hay más de 1000 muertos.
Conclusión
Es claro que la naturaleza de la guerra es muy compleja de definir y dado que existen multiplicidad de miradas, enfoques y teorías que la observan, son muchos los conceptos y definiciones existentes a lo largo de la historia del pensamiento.
Se pueden encontrar muchas corrientes de pensamiento que buscan explicarla o por lo menos describirla. Para algunas de ellas la guerra será inevitable y para otros será parte de la naturaleza humana. Para unas será absurda y para otras un factor de civilidad. Otras la justificarán en determinados casos mientras algunas la buscarán limitar. Algunos pensadores la verán como la manera en que un estado se hace fuerte y otros como la prueba de sus abusos. Para algunos analistas será el objeto de estudio preciso de las ciencias militares, pero para otros debe ir más allá, pues toca problemas de más fondo.
Y muchos la presentarán como un conjunto de eventos heroicos o como la descripción de las estrategias empleadas por los actores armados y políticos enfrentados. Y la describirán con sus más profundas justificaciones desde todo tipo de estados, gobiernos y organizaciones políticas y militares.
Sólo que en la actualidad, y cuando muchos pensaban que después de las dos guerras mundiales, el mundo no viviría algo similar, tales ideas y realidades volvieron a aparecer de manera más amplia y generalizada, y las luchas armadas entre países o entre grupos políticos o entre organizaciones armadas enfrentadas a los estados nacionales renacieron entre los dirigentes de esta década del siglo XXI, al punto que ya se presagia el comienzo de guerras con otros mundos, sin tener la absoluta certeza de la existencia de civilizaciones por fuera de la tierra.
Así que, ante este panorama, seguirán vigentes los mismos interrogantes fundamentales sobre su naturaleza, ¿Qué es la guerra? ¿Qué la define? ¿Por qué existe? ¿Cuál es su razón de ser? ¿Qué la distingue de la política? ¿Qué tipos de guerra hay? Y ¿Qué hace que algunos acudan a ella con tanta facilidad?
Mauricio Diagama Durán – Profesor de la Escuela Superior de Guerra sobre geopolítica y política exterior colombiana. Investigador y profesor en varias universidades de Colombia y del exterior. Administrador público, especialista en negocios internacionales y magíster en seguridad y defensa nacional.
Crédito de la imagen: Reuters