Natali Galeano Guzmán
La pandemia desatada por el coronavirus ha puesto al mundo en alerta, demostrando las capacidades y debilidades de los Estados y los modos de organización particulares de cada Estado, pueblo o grupo de personas.
Si bien, la cantidad de casos que alarmaban al mundo en Asia y Europa demostraban la vulnerabilidad humana y la incapacidad de los sistemas de salud para hacerle frente a una crisis inimaginable, al llegar la pandemia a Latinoamérica la consideración de esta da un cambio y se centra en lo social.Sirviendo como instrumento para abrir heridas ocultas y evidenciar desigualdades sociales, todo esto a modo de denuncia de todo aquello que nos ha arrebatado el colonialismo y el neoliberalismo bajo sus políticas de despojo, negaciones y aprovechamiento de unos pocos sobre otros.
Nuestra Latinoamérica que se ha construido bajo las consideraciones de la colonización y la usurpación no se encontraba preparada para afrontar una crisis de este nivel.
Es así como, la pandemia saca a relucir nuestras propias incapacidades, las diferencias que se han impuesto unos sobre otros a causa de la colonización sitúa a personas con mayor o menor valor. Siendola vida diaria de los ciudadanos latinoamericanos una lucha por la supervivencia, por el subsistir en medio de las necesidades como lo único que no es posible arrebatar, la esperanza de un futuro mejor. Justamente es allí donde la pandemia viene a calar fuertemente, en la vida de todos aquellos que sobreviven diariamente con lo que su trabajo informal o formal y precario les ofrece, allí donde cada día se convierte en una lucha continua.
Diferentes Estados Latinoamericanos entraron en aislamientos o “cuarentenas” preventivas que buscaban frenar en lo más posible la cantidad de contagios y aplanar “curvas” desconocidas hasta el momento. Por otra parte, otros Estados decidieron no llevar a “cuarentena” a sus ciudadanos, sino, permitirles continuar con normalidad sus vidas mientras se tomaran medidas de cuidado mínimas, con la consciencia de que existía un riesgo, y que este riesgo debía ser tomado personalmente. No podría decir cuál de las dos situaciones sería la más beneficiosa para la protección de los ciudadanos, no obstante, ambas transitan en una misma consideración, proteger la vida. Pero, ¿de qué vida estamos hablando?
Si bien la pandemia se trata de luchar por vivir, cuando hablamos desde nuestra realidad de desigualdad de proteger la vida esta parecería tener niveles de valor que atraviesan desde el más joven al más adulto, pasando por supuesto, entre el género, la raza y la étnica como modos de división social. Todo esto, como se dijo anteriormente a causa de nuestro proceso de colonización y despojo que nos dividió, clasificó y estratificó, estableciendo que vida tenía valor y que vida, por el contrario no gozaba de valor.
Es así que, cuando nos toca enfrentarnos como sociedad a una de las más graves crisis de los últimos años, nos hayamos solicitando solidaridad a gritos sin detenernos a preguntarnos que razones nos han llevado a construirnos a partir de este sistema de opresiones y limitaciones.
La pandemia en este sentido exhibe como comunidad nos reorganizamos en pro de un fin común, la vida. Esta como elemento primario del desarrollo social, cultural y económico. Es así como las dudas por la continuidad del sistema económico no debe ser central en medio de la crisis, sino, por el contrario un elemento secundario, esto, la vida, la comunidad y el “buen vivir” como elemento central de la nueva modernidad acarreada por la pandemia.
La vida de los ciudadanos latinoamericanos no puede medirse en niveles económicos como lo han querido realizar diferentes gobierno, si no, que más bien, debe ser esta una oportunidad para reflexionar sobre como el sistema niega el valor de los sujetos y los transforma en valores económicos, algo así como lo afirma Karl Marx en el Capital, “Aunque la salud de la población es un elemento tan importante del capital nacional, lamentamos tener que decir que los capitalistas en absoluto se hallan dispuestos a conservar y justipreciar ese tesoro… La consideración por la salud de los obreros les fue impuesta a los fabricantes” (1867).
Algo similar es lo que nos presenta las exigencias por priorizar la economía sobre la vida, por establecer ciertos tipos de personas que legitima su exposición al virus y ciertos que no, los cuales hacen parte de los grupos más vulnerables, oprimidos y subalternizados de personas, y lo peor que son romantizados en su función de ser elementos del sistema.
Finalmente la pandemia debe analizarse desde una función multidimensional y transdiciplinaria que abarque las diferentes aristas que dan vida a su problemática sin caer el negacionismo que centren su importancia en temas económicos considerando que esta atraviesa toda las vidas y todos los cuerpos de formas diferentes. De modo que, la situación de las mujeres, los indígenas, los campesinos, los migrantes, los niños, los trabajadores, los grupos subalternizados y empobrecidos no pueden quedarse apocados en medio de las consideraciones simplistas de la pandemia que llaman a la separación entre lo humano y lo social, una protección individualista.
Es decir, debe centrarse la mirada de la pandemia en nuestras debilidades como sociedad Latinoamericana. Que pone en grave riesgo a ciertos grupos de personas que quedan invisivilazados entre las cifras crecientes de la pandemia.
Autora: Natali Galeano Guzmán Maestrante en Derechos Humanos, Universidad Autónoma de San Luis Potosí, México. Abogada de la Universidad Libre de Colombia.
(Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivamente las del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de World Geostrategic Insights)
Foto: REUTERS / Lucas Landau