Irina Márquez Frontado

    El diccionario de la Real Academia Española define la transición como la «acción y efecto de pasar de un modo de ser o estar a otro distinto.”

    Irina Márquez Frontado

    Visto así, decir que algo está en transición implica que un cambio ha sucedido o está sucediendo, que se ha dejado una situación en el pasado para entrar en una diferente, una nueva realidad. Para Corea del Norte la realidad lleva muchos años sin cambiar.

    Su nombre oficial es la República Popular Democrática de Corea e, irónicamente, es uno de los países más cerrados y autoritarios del mundo. Desde 1948, cuando los soviéticos decidieron formalizar la independencia del territorio, el gobierno ha estado a cargo de los miembros de la familia Kim, la cual ha impuesto un régimen de escasez e intimidación sobre el pueblo.

    La península coreana no siempre consistió en dos entidades aisladas. En 1905, durante la guerra Ruso-Japonesa, los japoneses invadieron la península, la cual se anexarían oficialmente cinco años después. A esto le siguieron 35 años de opresión socio-política de parte de los japoneses, pero también una fuerte modernización tecnológica e industrial. Fue luego de la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial en 1945, que los Estados Unidos y la Unión Soviética se dividieron la península en dos zonas de influencia por el paralelo 38. En 1948, cuando los americanos establecieron la República de Corea en el sur, los soviéticos respondieron asentando a un joven líder de la guerrilla comunista como líder del territorio, Kim Il Sung.

    Aquella sería la última transición importante en la región hasta nuestros días.

    Kim Il Sung hizo muchas cosas durante los 46 años en los que gobernó, pero la más significativa fue el desarrollo e introducción de la ideología Juche, la cual significa ‘autosuficiencia’. El Estado se convirtió en el centro de la vida, controlando la economía a través de tierra de agricultura colectivizada y al adueñarse de toda la propiedad privada.

    El Juche también contribuyó a crear un culto de personalidad alrededor de Kim Il Sung, el cual ha seguido a sus descendientes hasta la actualidad apoyado por medios de comunicación controlados por el Estado que monitorean y limitan la información que llega a los ciudadanos. Esto también ha contribuido a mantener el velo de misterio que envuelve a Corea del Norte y que impide la recolección de información relevante y verídica sobre los acontecimientos en el país.

    Corea del Norte se vio afectada económicamente por la disolución de la Unión Soviética, dejando a China como único aliado del régimen. Luego, la muerte de Kim Il Sung sería otro golpe, aunque este sería sucedido por su hijo Kim Jong Il, quien mantendría la mayoría de sus políticas.

    Un desarrollo importante durante este período fue la introducción del Songun Chong’chi, que le daba prioridad a los avances militares, y convirtió al ejercito norcoreano en una de las fuerzas económicas más importantes de la nación y en uno de los ejércitos más grandes del mundo. Esta visión evolucionó hacia el área del armamento y la obsesión con convertirse en una potencia nuclear. Esto era tal prioridad que Corea del Norte desechó una oportunidad de mejorar relaciones diplomáticas con su vecino al sur y con Estados Unidos al inicio del siglo XXI.

    Después de la muerte de Kim Jong Il en 2011, el puesto de líder supremo pasaría al sexto de sus siete hijos Kim Jong Un. Kim continuó el trabajo en el arsenal nuclear, dañando aún más las relaciones entre Corea del Norte y el oeste. En el 2013 perjudicó incluso su relación con China al llevar a cabo su tercer prueba de armamento nuclear.

    Otra figura actual que vale la pena mencionar es Kim Yo Jong, una de las hermanas de Kim Jong Un, quien ha surgido como una figura central del gobierno, además de ser visible para los medios nacionales e internacionales. Existen reportes conflictivos sobre su exacta posición en el régimen y algunos artículos llamándola la sucesora de Kim Jong Un parecen ser exagerados, aunque ha actuado como la embajadora oficial del régimen en varias ocasiones, incluyendo los Juegos Olímpicos de 2018 en Corea del Sur.

    Sin embargo, aunque su exposición internacional ha aumentado recientemente, Kim Yo Jong ha actuado como una consejera para su hermano desde hace años, ocupando puestos dentro del Politburó, el órgano superior del partido gobernante de Corea del Norte, y como propagandista para el régimen.

    El mínimo proceso de transformación que ha ocurrido en Corea del Norte recientemente se puede ligar, hasta cierto punto, a su relación diplomática con Estados Unidos. La relación entre estos países siguió siendo tensa después de 2013, pero no se disolvió al desastre hasta la presidencia de Donald Trump. Después de un conflicto entre la CIA y la Inteligencia Surcoreana y Kim, Trump y Kim intercambiarían amenazas, tanto por twitter como por medios diplomáticos. La disputa llegó hasta el punto de que Trump amenazaría al régimen norcoreano con ‘fuego y furia’, además de llamar a Kim ‘pequeño hombre cohete’.

    Entonces la situación cambió. La narrativa entre Trump y Kim fue de combativa a amistosa. Todo empezó con un tweet en junio de 2019, en el que Trump invitaba a Kim a reunirse en la Zona Desmilitarizada en algún momento durante su viaje por Asia. Este encuentro finalmente sucedió el 30 de junio de 2019 y mostró, por primera vez en la historia, un momento de “unidad” y cooperación entre los gobiernos de estos países. Por no mencionar que dio la impresión de que el gobierno estadounidense apoyaba, o al menos soportaba, a un régimen conocido por constantes violaciones de tratados internacionales, Derechos Humanos, y acuerdos nucleares.

    Pero la verdad es que las “mejoras” diplomáticas no han mejorado la situación norcoreana, ni nacional ni internacionalmente. En términos internacionales, el gobierno estadounidense no logró convencer a Kim de detener las pruebas de misiles nucleares, sino que simplemente creó una relación contradictoria en la que el presidente Trump afirma tener una amistad con Kim, pero no tiene influencia suficientemente para desmantelar décadas de un militarismo ligado a la identidad de la nación. De hecho, en el desfile realizado el pasado 13 de octubre para conmemorar los 75 años del Partido de los Trabajadores de Corea del Norte, el régimen desplegó un nuevo ‘súper-misil’ cuyo inmenso tamaño llevó a expertos a especular que le permitiría incluir varias ojivas nucleares en un solo misil.

    La realidad nacional tampoco da señales de estar cerca del cambio. El régimen de Kim Jong Un continúa manteniendo un fuerte control sobre todos los aspectos de la vida cotidiana, aplastando a cualquier disidencia, y abusando de los Derechos Humanos de sus ciudadanos. En otro discurso reciente, llamó a una campaña nacional de 80 días para relanzar la maltrecha economía del país, antes de la celebración de un congreso excepcional del partido en enero. La decisión se produce después de graves inundaciones que han afectado gravemente la agricultura y en medio de la pandemia de coronavirus. Aunque no es la primera vez que ocurren este tipo de campañas donde el grado de participación de la población se vigila y se usa como un termómetro para medir la lealtad de los ciudadanos hacia el régimen.

    Si la transición es la acción y efecto de pasar de un modo de ser o estar a otro distinto, entonces Corea del Norte no está en transición, menos aún un proceso de transición hacia la democracia. Cualquier esfuerzo hacia la apertura económica o diplomática parece ser superficial como máximo, ya que no han causado significativos cambios en el contexto social, económico y político de la nación. Sin embargo, en su más reciente discurso, Kim Jong Un derramó lagrimas al disculparse por el fallo de su esfuerzo de cinco años para repotenciar la economía, comenzado en 2015. Esperemos que esta sea una señal de que el líder supremo tiene interés en cambiar. Algún día.

    Autora: Irina Márquez Frontado (Estudiante de último año de Derecho y Estudios Liberales en la Universidad Metropolitana, Delegada de MetroMUN 2017 y 2018. Previa experiencia trabajando con diputados y el Comisionado a las Naciones Unidas del gobierno de Juan Guaidó. Caracas, Venezuela). 

    (Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivamente las del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de World Geostrategic Insights)

    Foto: AP Photo/Kim Kwang Hyon

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