Valentina Conde Maldonado

    Las constantes tensiones entre China y Estados Unidos han llevado a que en general, se hable de una nueva guerra fría entre las dos potencias, básicamente al hacer referencia a las confrontaciones no armadas que hay entre los dos países, que, suelen verse como antagonistas directos.

    Valentina Conde Maldonado
    Valentina Conde Maldonado

    Sin embargo, hay que tener en cuenta que hay dos elementos que diferencian radicalmente lo que fue la Guerra Fría con la Unión Soviética y las actuales tensiones con el gigante asiático: por un lado, entre los dos países existen todavía lazos económicos estrechos que de una u otra manera incentivan la no confrontación directa; y por otro, no existe una clara conformación de bloques alrededor de las partes que permita una división como sí se dio en el pasado.

    Un elemento interesante es cómo incluso entre los dos países hay debates sobre el estado de las confrontaciones. Mike Pompeo, Secretario de Estado de la administración Trump desacreditó recientemente la hipótesis de la Guerra Fría al hacer referencia a la crisis causada por la pandemia actual, mientras que Wang Yi, Ministro de Relaciones Exteriores de China reconoció en mayo que las tensiones existentes entre los dos países podrían escalarse hasta ese punto.

    Otro elemento clave para entender el escenario geopolítico especifico de las relaciones entre los países que descalifican dicha postura es la falta de una confrontación que tenga como génesis un componente ideológico que pueda trasladarse a otros escenarios, como sucedió, por ejemplo, con la Guerra de Vietnam o Corea.

    Al respecto, las tensiones entre China y Estados Unidos que vienen de manera intensa y casi permanente desde hace aproximadamente dos años se han caracterizado por centrarse en áreas específicas entorno a las cuales se genera una tensión y frente a las cuales, existen posibilidades de des-escalamiento. La primera de estas fueron las tensiones comerciales y la imposición de aranceles de parte y parte, especialmente en toda la situación con la compañía Huawei. La reducción de tensión en este frente se dio con el compromiso por parte del país asiático de comprar mas productos americanos y la evaluación conjunta sobre la propiedad intelectual, como un elemento central para los estadounidenses.

    Un segundo momento se da con el encarcelamiento masivo de musulmanes Uigures por parte del gobierno chino. Pese a que la versión oficial es que son “campos de reeducación”, desde 2015 las Naciones Unidas han alertado sobre la gravedad de las violaciones a los derechos humanos y la masividad de la situación que para 2018, pudo haber alcanzado el millón de personas.

    Particularmente, Estados Unidos ha tomado una posición firme al recientemente sancionar a empresas que tuvieron participación en las violaciones de DD. HH de esta minoría, a través de una ley que “responsabiliza a los autores de violaciones de los Derechos Humanos y de abusos como el recurso sistemático a campos de adoctrinamiento, a trabajos forzados y a una vigilancia intrusiva para erradicar la identidad étnica y las creencias religiosas de los uigures y de otras minorías en China». Pese a que el país asiático afirmó que esto iba a tener consecuencias para los americanos, no se puede dejar de lado la reunión entre Pompeo y Yang Jiechi—Alto Responsable chino—cuyo objetivo era rebajar tensiones.

    Actualmente, hay cuatro escenarios que mantienen el nivel de tensión en estado de alerta. La primera de ellas se da por las disputas existentes con respecto al Mar del Sur de China. Para los asiáticos, los estadounidenses están interfiriendo en un conflicto que está fuera de su alcance bajo el pretexto de preservar la estabilidad en la región, cuando en verdad están provocando tensiones. Esto, al considerar que no están directamente involucrados en el mismo.

    Por su parte, el gobierno Trump ha calificado el accionar chino como ilegal, al tener en cuenta la construcción de islas artificiales y la demarcación de la “línea de los nueve trazos” como parte de una campaña de intimidación para controlar nuevos espacios. La importancia geopolítica de dicha zona se da por la existencia de concurridas rutas marítimas y la presencia de grandes depósitos de petróleo y gas. Ambas partes han realizado maniobras militares en la región.

    Igualmente, la situación actual del COVID-19 ha permitido una ola de criticas por parte de Estados Unidos hacia China, quien ve dicho discurso como parte de una estrategia de desacreditación y difamación. Esto, en últimas, propiciando espacios de discusión que traspasan la situación de la pandemia y dan pie al mantenimiento de tensión. Otro foco de tensión fue el cambio de estatus de Hong Kong que puso fin al trato comercial preferencial con dicha provincia a raíz de una nueva ley de seguridad nacional promulgada por el gobierno chino, amenazando la autonomía de la ciudad.

    Finalmente, la confrontación diplomática con respecto al cierre de embajadas de parte y parte recoge varios de los elementos que han servido como tensionantes en otros momentos. Según lo expresó la Secretaría de Estado de Estados Unidos, el consulado chino en Houston podía considerarse como un centro de espionaje cuyo objetivo era obtener secretos comerciales y lo que se busca es proteger la propiedad intelectual y la privacidad de la información de los estadounidenses. Por su parte, China argumenta que las contramedidas que ha tomado responden a las acciones injustificadas de EE. UU, especialmente en lo referente a su oficina de Chengdu y su accionar está basado en las prácticas consuetudinarias de las Relaciones Internacionales.

    Referenciar la situación política y diplomática de Estados Unidos y China como una Guerra Fría, es por tanto una ligereza. Hay varios elementos que fueron centrales en la tensión entre EE. UU y la Unión Soviética que difícilmente están presentes en el estado de relaciones del sistema internacional actual. Sin embargo, las tensiones constantes entre los dos países abren el debate de bipolaridad. La falta de consolidación de bloques de influencia sugiere que se sigue gravitando hacía una multipolaridad con actores centrales. Por lo pronto, es difícil pensar en una pronta desescalada que sea permanente.

    Autora: Valentina Conde Maldonado (Internacionalista, Analista Misiones Internacionales y Operaciones de Paz, Asistente de investigaciónDiploma de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario. Colombia).

    (Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivamente las del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de World Geostrategic Insights)

    Foto: AFP

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