Por Giancarlo Elia Valori

    La visita a lo largo de la costa chilena, completada en marzo de 2025, de la joven princesa Leonor de Todos los Santos de Borbón y Ortiz, heredera del trono español, ofrece una ocasión para hablar de la posición de su país en el Indo-Pacífico, una realidad geopolítica que la propia España ha contribuido a configurar, ya que la inclusión de estos océanos en los mapas del mundo conocido fue en gran medida un logro de la corona española.

    Giancarlo Elia Valori

    El avistamiento del Mar del Sur en 1513 por Vasco Núñez de Balboa (1475-1519); el descubrimiento del paso interoceánico por el explorador portugués Fernando de Magallanes (siglo XV-1521), que en 1520 estaba al servicio del emperador Carlos V de Habsburgo, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y rey de España; la primera circunnavegación del globo en 1522 por Juan Sebastián Elcano (1486/7-1526); y el descubrimiento en 1565 de la ruta de regreso de Asia a América por Andrés de Urdaneta (1498-1568), son hitos en la historia de la navegación mundial, que convirtieron el «Pacífico» en un «lago español» entre los siglos XVI y XVII, y también permitió a Felipe II (1527-1598) afirmar que gobernaba «un imperio donde nunca se pone el sol».

    El conocimiento de las costas, corrientes e islas se consideraba un secreto de Estado para garantizar un dominio indiscutible, que duró hasta que otros europeos empezaron a desafiar el status quo mediante conquistas territoriales, corsarismo o piratería. Luego vino el proceso de emancipación de América Latina y la guerra contra los Estados Unidos de América en 1898, con las consiguientes pérdidas de Cuba, Puerto Rico, Guam y Filipinas: acontecimientos que minimizaron la presencia española en el Pacífico, aunque la herencia cultural todavía se puede percibir desde Tierra del Fuego hasta California.

    Aunque el velero Juan Sebastián Elcano, donde la Princesa Leonor completaba su formación naval, es un visitante habitual del Pacífico, esta vez el escenario es diferente. De hecho, los guardiamarinas a bordo, al menos por edad, deberían ser los responsables de implementar la Visión Armada 2050 de la Armada Española, documento publicado a finales del año pasado.

    En su posicionamiento estratégico para el futuro, la Armada ha argumentado que «el centro de gravedad económico mundial se está desplazando hacia el Indo-Pacífico, donde el mar cobrará importancia y será necesario actuar en el marco de coaliciones internacionales».

    Para una fuerza naval que actualmente opera en el Mediterráneo, el Atlántico y frente a la costa africana, reconocer la importancia de este teatro adicional está exactamente en línea con lo que están haciendo otros países europeos. Con sus despliegues navales ocasionales en diversas zonas del Indo-Pacífico, las armadas alemana, británica y francesa (Francia es una potencia residente en la región), interactuando con otras armadas, han demostrado su alcance global, reforzando los regímenes de seguridad y llevando a cabo misiones que van desde la defensa de la libertad de navegación hasta la asistencia humanitaria.

    La última vez que un barco español apareció frente a las costas chilenas, en 2019, pasó desapercibido debido a las protestas que habían estallado en Chile una semana antes. A partir del 7 de octubre de 2019, contra el aumento del precio del billete de metro y, en general, contra el alto coste de la vida y la corrupción, estas protestas, conocidas en Chile como Estallido social, dieron lugar a una serie de manifestaciones, que duraron hasta 2020, y que tuvieron lugar principalmente en la capital, Santiago.

    En 2019, la fragata Méndez Núñez (llamada así en honor a un famoso y heroico contralmirante, 1824-69), un moderno destructor antiaéreo con el sistema de combate Aegis, llegó a Valparaíso como parte de una circunnavegación para conmemorar a Magallanes. Pero no logró despertar el interés de los ciudadanos chilenos, que estaban preocupados por otros asuntos en ese momento. Sin embargo, si el documento estratégico Visión Armada 2050 se implementa de manera consistente, la situación con respecto a la opinión pública internacional debería comenzar a cambiar.

    Cualquier persona con información privilegiada puede testificar que los marineros españoles continúan participando activamente en la protección del sistema comercial global contra amenazas como la piratería y el tráfico de migrantes. También se reconoce la habilidad de sus astilleros, incluido Navantia, en la construcción de embarcaciones como las fragatas F-110 y los submarinos clase Isaac Peral.

    Si bien es cierto que la capacidad de España para participar en el Indo-Pacífico es limitada, si se mide en términos de números, también es cierto que, si se excluye a Australia, Estados Unidos de América, la República Popular China, Japón y la India, los demás actores locales no contribuyen casi nada a la protección de su vecindad. Por eso a veces un poco es mejor que nada, y por eso existen las coaliciones como multiplicadores de fuerza. Además, las nuevas inyecciones de recursos en la defensa europea deberían reflejarse de alguna manera en los océanos; mientras que ahora cada uno hace lo suyo.

    En las costas latinoamericanas que bordean el Indo-Pacífico en su forma más extendida, la armada española, la cuarta armada más poderosa de Europa, debería encontrar algo más que su historia. También existe una oportunidad futura potencial si encuentra socios alineados con su Visión 2050, como Chile.

    España está volviendo actualmente a los mares del sur, y «se está produciendo un desplazamiento del centro de gravedad económico mundial hacia el Indo-Pacífico, donde el mar cobrará más importancia y será necesario actuar en el marco de coaliciones internacionales».

    Esta frase está tomada del mencionado documento Visión Armada 2050, en el que la Armada trabajó durante dos años y que presentó entre finales de noviembre y principios de diciembre de 2024. La frase resume en esencia una de las principales necesidades estratégicas de España: desempeñar su papel en el fortalecimiento de la coalición de países que colaboran con la OTAN en la zona: la República de Corea (del Sur), Australia, Nueva Zelanda, Filipinas y Japón.

    La nota contenida en el documento de la Armada sugiere la próxima participación de España en grupos navales multinacionales, tanto con fragatas como con otro tipo de buques. El Departamento de Defensa ya está pensando en cuál podría ser la mayor misión externa de las Fuerzas Armadas, teniendo en cuenta también que el segundo mandato de Trump como presidente de Estados Unidos podría hacer que la República Popular China cobre aún más relevancia en la región.

    Sin embargo, el documento Visión Armada 2050, aunque mira a un horizonte bastante lejano, es mucho más ambicioso. Los aspectos no clasificados del documento fueron revelados por la Armada española, en un acto presidido por la ministra de Defensa, María Margarita Robles Fernández, y por el almirante jefe de Estado Mayor de la Armada, Antonio Piñeiro Sánchez. El segundo jefe de Estado Mayor, almirante Gonzalo Sanz Alisedo, presentó las líneas generales de una de las reflexiones más ambiciosas de la fuerza naval española desde que la crisis financiera redujera drásticamente sus capacidades en 2008.

    En esencia, se espera que la Armada cuente con tecnología muy avanzada, con una capacidad duplicada para actuar sobre objetivos terrestres, con plena capacidad de coordinación en futuros combates con una combinación de medios y contingentes humanos y la interpretación de enormes cantidades de datos; esto contando con una industria naval y suministros lo más nacionalizados posible, gestionados por marineros, infantería y oficiales altamente cualificados.

    La capacidad de proyectar el poder naval en tierra es la «capacidad básica» que el documento de la Marina clasifica entre las tres principales, junto con el «control del mar» y la «acción marítima». Esta capacidad de actuar en tierra es una de las diferencias entre las principales armadas y las demás. Esta ambición se contextualiza en la situación actual, en la que «los presupuestos y las inversiones están aumentando para modernizar y reforzar las capacidades militares para responder en escenarios de alta intensidad», se lee en la nota a pie de página del documento de la Armada.

    Y esta capacidad de atacar en tierra se basa en tres pilares: la posibilidad de desembarcar más infantes de marina (la actual Tercera Brigada de Infantería de Marina podría evolucionar en el futuro hasta alcanzar el tamaño de una gran brigada) y aumentar su radio de acción en tierra; una mayor inversión en la fuerza anfibia y en la calidad de la fuerza aérea embarcada (con una inexorable sustitución de los cazas Harrier, al borde de la obsolescencia); y la disponibilidad de misiles de crucero capaces de ser lanzados desde submarinos y fragatas contra objetivos situados a cientos de kilómetros tierra adentro.

    La Armada Española, dijo el almirante Sanz Alisedo, se centrará en desarrollar su capacidad y fuerza «orientadas al combate», para ser «una referencia internacional en el ámbito marítimo».

    Esta intención estratégica expresada por la Armada Española está plenamente conectada con las estrategias nacionales de Tecnología de Seguridad y Defensa y crea un ecosistema entre la industria, las universidades y la opinión pública.

    El objetivo es unir los esfuerzos políticos, científicos e industriales para hacer que fragatas, portaaviones, corbetas, dragaminas, patrulleras y submarinos sean interoperables con el resto de las fuerzas armadas, cazas, unidades blindadas, infantería, drones… y con un enorme enjambre de datos en la «nube de combate».

    Por lo tanto, se avecina una importante inversión en tecnología que, al menos públicamente, no se ha cuantificado. En cualquier caso, depende del aumento previsto en el presupuesto de defensa e implica la creación de una cadena de suministro «muy resistente y altamente nacionalizada» y el fomento de la industria de defensa para traer «la creación de empleos altamente calificados». Después de todo, los jefes de la Armada han señalado que la fase de inversión en capacidades, que la Armada perdió cuando estalló la burbuja financiera en 2008, se está acelerando.

    Entre los planes mencionados por el almirante Sanz Alisedo, dos son esenciales: la investigación y la inversión en sistemas de generación y almacenamiento de energía para «pequeñas embarcaciones» y la creación de una red de astilleros navales inteligentes en España basada en la integración efectiva de la Armada, la industria de defensa y los proveedores.

    Sin embargo, todo esto no quita que la prioridad de los almirantes españoles sea entrenar a todo el sistema naval para “operar en entornos degradados donde la ventaja tecnológica se anularía de forma parcial o totalmente”, anticipando un escenario -entre los posibles- de guerra de alta intensidad y larga duración.

    El liderazgo de la Armada Española no excluye que en el futuro se pueda crear un nuevo mando para un espacio cada vez menos inalcanzable, el fondo marino, que  es un dominio en disputa, dijo Sanz Alisedo, quien enfatizó que será un «campo de batalla para los robots, un entorno en el que circulará el 90 % de los datos que gestionamos en los teléfonos móviles y el 80 % de las transacciones financieras internacionales realizadas desde España». Pero lo que parece una simple hipótesis podría resultar esta vez algo más significativo.

    Autor: Giancarlo Elia Valori  – Miembro de la Academia de Ciencias del Instituto de Francia, profesor honorario de la Universidad de Pekín.

    (Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen únicamente al autor y no reflejan necesariamente las opiniones de World Geostrategic Insights).

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