Por Altaf Hussain Wani

    El reciente éxito electoral de la Conferencia Nacional (NC) en las elecciones a la Asamblea es una reacción contra las controvertidas políticas del Partido Bharatiya Janata (BJP), en particular la derogación de los artículos 370 y 35A, que despojaron a la región de su estatus especial. Sin embargo, esta victoria plantea cuestiones críticas sobre la trayectoria futura de la NC y las aspiraciones políticas más amplias del pueblo de Cachemira.

    Altaf Hussain Wani
    Altaf Hussain Wani

    El énfasis histórico del NC en la protección del artículo 370 ha sido a menudo un arma de doble filo. Si bien ha galvanizado el apoyo entre aquellos que se sienten marginados por la centralización del poder del BJP, también expone el compromiso de larga data del partido con una narrativa que, en ocasiones, ha traicionado a las mismas personas a las que busca representar. El eslogan para la restauración de la posición anterior a 1953 ha resonado en los valles de Cachemira durante décadas, pero la realidad sobre el terreno ha sido de desilusión y traición. El pueblo de Cachemira se ha visto a menudo atrapado en un ciclo de promesas incumplidas, lo que ha llevado a un creciente escepticismo hacia los partidos políticos que una vez contaron con su confianza.

    La reciente victoria electoral del NC no es un presagio de popularidad, sino más bien un reflejo de la disidencia colectiva contra las políticas del BJP. El clima político está cargado de resentimiento hacia el programa del BJP, que muchos perciben como un intento de despojar de poder al pueblo de Jammu y Cachemira, en particular a su población musulmana. Este resentimiento no es solo político, sino profundamente personal, entrelazado con las experiencias vividas por personas que han enfrentado violencia, represión y la negación de sus derechos básicos.

    Cuando el gobierno dirigido por Omar Abdullah cumple seis meses en el cargo, la falta de avances tangibles hace saltar las alarmas. El pueblo de Cachemira no busca simplemente una representación simbólica; exige medidas que se ajusten a sus aspiraciones de autodeterminación, paz y derechos humanos. Resulta alarmante que el actual ministro principal parezca ejercer poco poder real sobre la policía y la maquinaria estatal.

    Los acontecimientos recientes, como un desfile de moda celebrado en las montañas de Gulmarg sin el consentimiento del gobierno local y la apertura de tiendas de licores en la región, ponen aún más en evidencia la autoridad —o la falta de ella— de la administración local. Estos incidentes no solo socavan la credibilidad del NC, sino que también plantean dudas sobre si el partido está dispuesto a hacer más concesiones para mantener una fachada de poder, incluso cuando se desconecta cada vez más de las realidades a las que se enfrenta el pueblo de Cachemira.

    En este contexto, el llamamiento a un plebiscito libre resuena en muchos cachemires que buscan una resolución democrática a sus aspiraciones. El derecho a la autodeterminación no es solo un eslogan político; es un derecho humano fundamental que se ha negado durante demasiado tiempo. Los activistas que defienden esta causa hacen hincapié en la necesidad de atención e intervención internacionales, dadas las injusticias históricas a las que se enfrenta el pueblo de Cachemira. Las continuas violaciones de los derechos humanos, como la represión de la disidencia, las detenciones arbitrarias y la militarización de la vida civil, subrayan la urgencia de abordar estas cuestiones desde una perspectiva de justicia y responsabilidad.

    La dinámica política en Jammu y Cachemira se complica aún más por el contexto geopolítico más amplio, con la rivalidad histórica entre India y Pakistán proyectando una larga sombra sobre la región. Las aspiraciones del pueblo de Cachemira no pueden entenderse plenamente sin reconocer el papel de los actores externos y el impacto de sus políticas. La comunidad internacional debe desempeñar un papel proactivo para facilitar el diálogo y garantizar que las voces del pueblo cachemir sean escuchadas y respetadas.

    En conclusión, el panorama político actual de Jammu y Cachemira exige una reevaluación crítica de los papeles desempeñados por los partidos locales como la Conferencia Nacional, junto con un compromiso renovado con los principios de democracia, derechos humanos y autodeterminación. El pueblo de Cachemira no es simplemente objeto de maniobras políticas; es agente de cambio y merece un futuro que refleje sus aspiraciones.

    A medida que la NC avanza en su camino, debe priorizar las necesidades genuinas de las personas a las que representa, para no caer en los mismos patrones de traición que han caracterizado su pasado. El momento de cambiar es ahora, y el clamor por la justicia y un plebiscito libre debe resonar más fuerte que nunca. El desafío es claro: ¿estará la Conferencia Nacional a la altura de las circunstancias, o seguirá disfrutando de la ilusión del poder mientras compromete los mismos principios que dice defender?

    Autor: Altaf Hussain Wani, presidente del Instituto de Relaciones Internacionales de Cachemira (KIIR, por sus siglas en inglés).

    (Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivamente las del autor y no reflejan necesariamente las opiniones de World Geostrategic Insights).

    Fuente de la imagen: IISS

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