Por: Edgar Del Castillo Murcia
La perfidia, una prohibición de la guerra en la utilización de métodos y estrategias dirigidas a engañar al contendiente, abusando de la buena fe para falsear y traicionar, como la utilización de insignias de las Naciones Unidas, o como lo veremos en este caso en concreto, resguardados bajo el emblema de la Cruz Roja.
Según el Protocolo I adicional a los Convenios de Ginebra de 1949 relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados internacionales, 1977, en su artículo 37, Prohibición de la perfidia, establece lo siguiente:
1. Queda prohibido matar, herir o capturar a un adversario valiéndose de medios pérfidos. Constituirán perfidia los actos que, apelando a la buena fe de un adversario con intención de traicionarla, den a entender a éste que tiene derecho a protección, o que está obligado a concederla, de conformidad con las normas de derecho internacional aplicables en los conflictos armados. Son ejemplos de perfidia los actos siguientes: a) simular la intención de negociar bajo bandera de parlamento o de rendición; b) simular una incapacitación por heridas o enfermedad; c) simular el estatuto de persona civil, no combatiente; y d) simular que se posee un estatuto de protección, mediante el uso de signos, emblemas o uniformes de las Naciones Unidas o de Estados neutrales o de otros Estados que no sean Partes en el conflicto.
Un caso ocurrido en Colombia en el año 2008, donde se llevó a cabo la operación Jaque realizada por el ejército nacional con aquiescencia del ministro de defensa y el presidente de la república Álvaro Uribe Vélez, en la cual se efectuó el rescate de 15 secuestrados que se encontraban a manos de la desmovilizada guerrilla de las FARC.
Dicha operación se realizó mediante la utilización de inteligencia militar, efectuando interferencias en las comunicaciones, falsas divulgaciones en medios de comunicación por parte del presidente, se pintaron dos helicópteros del ejército con colores de una supuesta misión humanitaria internacional (blanco y rojo), y hasta tomaron clases de actuación los miembros de las fuerzas armadas colombianas para el episodio de rescate del cual iban a ser partícipes.
Al llegar uno de los dos helicópteros a las selvas de Tomachipán, Guaviare, se bajaron 9 militares disfrazados de la supuesta misión humanitaria, los cuales indicaron a los secuestrados subir al helicóptero, y junto con ellos dos guerrilleros, con el propósito de ser trasladados al aparente sitio pactado.
Este sitio pactado era un campamento de la misma guerrilla, donde aparentemente estaba un comandante esperándolos para el traslado de los secuestrados.
Y lo esperado, durante el trayecto de vuelo se inmovilizaron a los dos guerrilleros y con orgullo se entonó la voz de: “somos el ejército nacional, están libres”.
Imaginar ese momento fue recordar una felicidad absoluta que invadía a los colombianos por la libertad de los secuestrados, enorgullecerse de la gran labor y hazaña hecha por el ejército colombiano y el respeto por la vida de los guerrilleros que fueron neutralizados y tuvieron un trato humanitario.
Todo el país celebraba esta victoria, el lograr restituir la libertad y dignidad de los 15 secuestrados no tenía precio, pero ¿Por qué se utilizó insignias de la Cruz Roja en los helicópteros y chalecos de los militares disfrazados? ¿dicha acción no va en contra de los tratados de DIH? Y sí algo hubiera salido mal, ¿Dónde esta el principio de precaución y proporcionalidad?
Recordemos que la utilización de insignias de organismos humanitarios está prohibida según el Protocolo I adicional a los Convenios de Ginebra de 1949, articulo 37, párrafo 1.d., de igual forma por el código penal colombiano en su artículo 144, y, respecto a esto se hizo caso omiso a esas normas y convenios internacionales.
Todo tiene un sentido lógico, dado que este símbolo representa una misión de prevenir el sufrimiento humano, protegiendo la vida y la salud de las personas que se encuentran en medio de un conflicto armado, por lo cual, su mal uso puede conllevar a una deslegitimización de su labor e incredulidad al momento de otro suceso humanitario por parte de un adversario, convirtiéndolo en enemigo sin razón de ser.
Esta acción que va en contra vía de cualquier tratado del DIH conlleva a agraviar el operar durante la guerra, aumentando los efectos colaterales durante las hostilidades, afectando directamente a la población civil que no tiene protección estatal en momentos de conflictos armados, siendo nefasto por el simple hecho de hacer la guerra a su acomodo, ilimitando la violencia para debilitar la capacidad militar de las partes contrarias sin ninguna restricción.
Sí esta operación de rescate manipulada y disfrazada salía mal, había un plan B, el cual “era crear un cerco alrededor del lugar donde se iba a hacer la supuesta entrega humanitaria, que incluía 30 helicópteros y 3 batallones de las fuerzas especiales. Debía ser lo suficientemente cercano para que no pudieran escapar, pero lo suficientemente lejano para que los guerrilleros no entraran en pánico y cometieran una barbaridad. El plan era lanzar volantes y perifoneo desde aviones para que los insurgentes se rindieran y entregaran a los secuestrados”.
Por consiguiente, se tenia un plan B catastrófico, desbordando los principios de precaución y proporcionalidad, encontrándose en el centro de beligerancia los secuestrados, lo que pudo causar la perdida de vida de 15 personas, además de que no había una claridad del objetivo militar perseguido, por ende, el disfraz pudo ser una balacera desmedida, un crimen de guerra y lesa humanidad.
“Se ha atacado injustamente la operación Jaque. Antes de bajar ese día, por ejemplo, el ‘árabe’ se asustó y se puso un peto de la Cruz Roja. Sabíamos que no estaba permitido usar ese logo, pero no nos enojamos con él. ¡Cómo no iba a ir alguien de la Cruz Roja para que fuera creíble la misión! Tú vas a un lugar donde te pueden matar y la gente en este país se pone con esos moralismos…”.
El desconocimiento del DIH entre las partes en conflicto tiene causas y consecuencias desastrosas, si viene siendo cierto que las vidas de todos los seres humanos, incluyendo las de los combatientes deben ser respetadas en cualquier escenario, es importante que así mismo se tenga la claridad desde los altos mandos, por que desde un comienzo el rescate debió de ser diferente, utilizando otros medios que respeten la vida de todos y todas, minimizando la perdida y daños que esto pueda ocasionar.
Analizar y entender las consecuencias de los conflictos armados es un deber de cada ciudadano, se ha venido normalizando las cifras de muertes de personas inocentes, desplazamientos, violencia sexual, entre otros crímenes que no deben ocurrir durante la guerra, por consiguiente, el respeto del DIH como herramienta nacional e internacional es intransgredible para salvaguardar la vida de los seres humanos.
Autor: Edgar Del Castillo Murcia
(Profesional en Relaciones Internacionales y especialista en Gerencia Social, con experiencia laboral en investigación social y cultural, evaluación y monitoreo en programas dirigidos a población vulnerable, análisis de información cualitativa, seguimiento de estrategias de sostenibilidad y resiliencia, planificación, diálogo asertivo y investigación).
(Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivamente las del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de World Geostrategic Insights)