Valentina Conde Maldonado

    El conflicto Árabe – Israelí no es solo uno de los más longevos del mundo, sino también, uno de los más complicados.

    Valentina Conde Maldonado
    Valentina Conde Maldonado

    Desde el plan de partición de 1947 que proponía la existencia de dos Estados, ha habido una serie de guerras y levantamientos que solo han dado paso a una degradación de las voluntades de negociación y que pareciesen perpetuar las dinámicas violentas, y especialmente para el pueblo palestino, debilitar la autoridad que se supone deberían tener.

    Las tensiones actuales se centran en la situación de Cisjordania. Sin embargo, la crisis que se está desarrollando tiene implicaciones más grandes en el largo plazo para la solución del conflicto.

    En enero de este año, el presidente de Estados Unidos Donald Trump y el Primer Ministro Israelí Benjamín Netanyahu presentaron un plan para la “paz” entre Palestina e Israel que sustenta varias de las acciones que se están tomando. Dicho plan, conocido como “el Plan del Siglo” es un retroceso frente a los acuerdos a los que se había llegado anteriormente—pese a que nunca se han cumplido verdaderamente—.  En este escenario, las autoridades israelíes anunciaron la anexación del territorio de Cisjordania que ha estado bajo control de Israel desde 1967. Desde entonces, el estatus de este territorio ha estado inconcluso con reclamaciones de ambas partes sobre la soberanía de este. La importancia estratégica radica en el hecho de que en esos 5.970km2 se reflejan la mayoría de tensiones entre palestinos e israelíes.

    Al respecto, la respuesta de la comunidad internacional ha sido principalmente de rechazo, sin embargo, verdaderamente no se han tomado acciones que puedan llevar a reconsiderar las determinaciones israelíes. Incluso, la falta de actuación por parte de las Naciones Unidas recuerda a los fallos que tuvo la organización en las crisis humanitarias de los noventa.

    El problema de los asentamientos judíos ha existido desde los inicios del conflicto y siempre se han considerado como ilegales bajo el Derecho Internacional al tener en cuenta que las Convenciones de Ginebra prohíben el traslado de ciudadanos a territorios que han estado bajo el dominio militar de otro Estado. La respuesta oficial al respecto de Israel es que antes de la ocupación del mismo dichos territorios no estaban bajo el control de ninguna autoridad y por tanto no existen actuaciones erróneas de su parte. ¿Qué implica la renovación de este escenario en términos geopolíticos?

    El Plan del Siglo

    La propuesta hecha por Estados Unidos e Israel no se desprende de un proceso de negociación real con la contraparte palestina y, por tanto, es simplemente la expresión bilateral de lo que se cree debería ser la solución al conflicto en Medio Oriente. La principal característica de esta nueva estrategia es el desecho de los avances anteriores al considerar que la nueva visión que se desprende de ella sobre el territorio supone una violación a la división hecha en los Acuerdos de Oslo.

    Igualmente, el plan supone que la soberanía este a cargo del Ejército Israelí pese a que las disposiciones no se apliquen a los palestinos. La ejecución de dicho punto es problemática al considerar la historia de violaciones a los Derechos Humanos por parte de las Fuerzas Militares israelíes hacia los palestinos y las dificultades prácticas de garantizar disposiciones no universales en un territorio tan fragmentado. En la actualidad hay 140 asentamientos y se busca la anexación extra de aproximadamente el 30% del territorio cisjordano.

    Un panel de expertos de las Naciones Unidas calificó el Plan del Siglo como “una nueva visión del apartheid del siglo XXI”, pero, no se pueden esperar respuestas concretas gracias al posible bloqueo de resoluciones por parte de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad. Por su parte, la Unión Europea, indicó que buscará usar medios diplomáticos para persuadir al gobierno de Netanyahu de la anexación, pero no ha tomado acciones concretas.

    Estados Unidos

    Luego de la administración de Barack Obama el gobierno de Trump se ha caracterizado por estrechar las relaciones entre EE. UU. e Israel al ubicar su embajada en Jerusalén, reducir la financiación a la Autoridad Nacional Palestina y apoyar implícitamente las anexaciones en Cisjordania y los Altos del Golán. Sin embargo, este es un escenario contraproducente para los americanos al considerar que estos podrían perder posibilidades de influencia en otros lugares de Oriente Medio, Asia Central y África por las lealtades de algunos países frente a Palestina, lo que, en últimas, resulta en un cambio de escenarios geopolíticos.

    Se cree que Netanyahu busca llevar a cabo el desarrollo del plan antes del cambio de gobierno en las próximas elecciones estadounidenses, en caso de que Joe Biden llegue a la presidencia y de un cambio al estado de las relaciones entre los dos países.

    Palestina

    Por su parte, la Autoridad Nacional Palestina ha emprendido todas las acciones diplomáticas que están a su disposición para consolidar el apoyo de la comunidad internacional, pero en la práctica no hay mucho que pueda hacer para frenar las intenciones de Israel, que en últimas se resumen en la búsqueda de hacer el Estado Palestina inviable.

    Sin embargo, también hay preocupación por el hecho de que elementos necesarios para la consolidación de un Estado se pierden como la continúa fragmentación de su territorio y el no ejercicio de la soberanía y monopolio de la Fuerza por parte de la ANP, y por ende, se dejan espacios vacíos de autoridad que son propensos al terrorismo, como sucede en el Sahel.

    La radicalización del discurso islámico

    Las tensiones que se generan en torno a la problemática en Medio Oriente dan paso a vacíos de poder en el mundo árabe que permiten la radicalización del discurso en países como Egipto, Siria y Argelia. Dichos espacios son aprovechados por Turquía e Irán (especialmente por las acciones que han tomado en los últimos meses) para consolidar su poder en el mundo musulmán. La radicalización del discurso tiene un impacto en grupos radicales palestinos, e incluso, parecen incentivar el terrorismo en un escenario lleno de insatisfacciones e injusticias.

    Finalmente, es importante reconocer que para que verdaderamente exista paz entre Palestina e Israel, se necesita resolver como mínimo cuatro elementos básicos: la cuestión de los refugiados, las delimitaciones territoriales, el estatus de Jerusalén y la cuestión de los asentamientos. Esto, solo sucederá cuando las acciones de la comunidad internacional lleven a Israel a reconocer que la única salida al conflicto es la solución de dos Estados y a Palestina a ejercer un control sobre los grupos que consideran como única salida la violencia. Por lo pronto no existen escenarios esperanzadores y pareciese que el conflicto palestino-israelí fuera a estar presente siempre.

    Autora: Valentina Conde Maldonado (Internacionalista, Analista Misiones Internacionales y Operaciones de Paz, Asistente de investigaciónDiploma de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario. Colombia).

    (Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivamente las del autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de World Geostrategic Insights)

    Foto: AFP

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